Poema de Jaime Sabines
Qué costumbre tan salvaje
¡Qué costumbre tan salvaje esta de enterrar a
los muertos!
¡de matarlos, de aniquilarlos, de borrarlos
de la tierra! Es tratarlos alevosamente,
es negarles la posibilidad de revivir.
Yo siempre estoy esperando que los muertos
se levanten, que rompan el ataúd
y digan alegremente: ¿por qué lloras?
Por eso me sobrecoge el entierro.
Aseguran las tapas de la caja, la introducen,
le ponen lajas encima,
y luego tierra, tras, tras, tras,
paletada tras paletada, terrones, polvo,
piedras, apisonando, amacizando, ahí te quedas,
de aquí ya no sales.
Me dan risa, luego, las coronas, las flores,
el llanto, los besos derramados.
Es una burla: ¿para qué lo enterraron?,
¿por qué no lo dejaron fuera hasta secarse,
hasta que nos hablaran sus huesos de su muerte?
¿O por qué no quemarlo, o darlo a los animales, o
tirarlo a un río?
Habría de tener una casa de reposo para
los muertos, ventilada, limpia, con música
y con agua corriente. Lo menos dos o tres, cada
día, se levantarían a vivir.
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