Tu eres la visita numero....

jueves, 8 de octubre de 2009

Cuando ya no queda nada

Muchas veces nos quejamos de lo miserable que es nuestra existencia, claro esta, esto depende de los estandares de cada persona, y que desde su punto de vista, es valioso o no en su vida.

Para algunos, el no tener dinero o posicion economica los hacen infeliz, para otros, el no tener el cuerpo deseado o ser un cuerpazo de mujer y que te miren con envidia, eso es lo primordial.

Para otros, su vida es simple y valiosa, son miserables o infelices si no tienes amor o no eres correspondido.

Y algunos tantos, perdidos por el mundo, simplemente no han encontrado el motivo de su infelicidad.

Y algunos pocos, afortunados, saben valorar que no se puede tener todo en la vida, y que la miseria, solo es la actitud que se tome.

Creo que me encuentro entre ese monton perdido.

Hace unos dias, estaba feliz y contenta, habia motivos y aspectos que me decian, vas por buen camino. Hoy las cosas han cambiado. Solo sera cuestion de dias y tal vez vuelva a la normalidad.

Hace unos dias fallecio una amiga. Tal vez no era intima, pero si una persona creo que me identificaba con ella. Era buena y sincera. En el poco tiempo la llegue apreciar.

Fue afortunada, amo mucho y fue correspondida. Al menos, en su corta vida podria decirse que fue de las pocas afortunadas.

Lucero descanza en paz. Y cuidalo desde el cielo, te necesita.

martes, 6 de octubre de 2009

Que costumbre tan salvaje

Poema de Jaime Sabines

Qué costumbre tan salvaje

¡Qué costumbre tan salvaje esta de enterrar a
los muertos!
¡de matarlos, de aniquilarlos, de borrarlos
de la tierra! Es tratarlos alevosamente,
es negarles la posibilidad de revivir.

Yo siempre estoy esperando que los muertos
se levanten, que rompan el ataúd
y digan alegremente: ¿por qué lloras?

Por eso me sobrecoge el entierro.
Aseguran las tapas de la caja, la introducen,
le ponen lajas encima,
y luego tierra, tras, tras, tras,
paletada tras paletada, terrones, polvo,
piedras, apisonando, amacizando, ahí te quedas,
de aquí ya no sales.

Me dan risa, luego, las coronas, las flores,
el llanto, los besos derramados.
Es una burla: ¿para qué lo enterraron?,
¿por qué no lo dejaron fuera hasta secarse,
hasta que nos hablaran sus huesos de su muerte?
¿O por qué no quemarlo, o darlo a los animales, o
tirarlo a un río?

Habría de tener una casa de reposo para
los muertos, ventilada, limpia, con música
y con agua corriente. Lo menos dos o tres, cada
día, se levantarían a vivir.